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La felicidad narcisista: Deseo ser feliz, no lo soy pero lo aparento

Actualizado: 20 oct


¿A cuántas personas conocen ustedes que afirmen su felicidad sin estridencias, ni impostura? ¿Que expresen su felicidad sin que esta parezca el resultado de esfuerzos desmedidos por impresionar y causar un impacto de sobresalencia? Sin globos o excedencias. Sin plublicidad.


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¿O que no expresen su infelicidad, solamente por dejar de preocupar con su tristeza, por temor a ser descubiertos o juzgados. Que no hagan de la felicidad una simple máscara, un pintarrajo en la comisura de los labios para permanecer tras ello, ocultos?


La felicidad no es, no puede ser diversión porque no se puede vivir siendo permanenemente entretenido. Si se lograra, sería, como consecuencia de una desconexión severa con la realidad de los otros que, así mismo, nos convierte a nosotros, en los hacedores más irresponsables de la infelicidad causada a los demás. A lo que habría que añadir, que, también, como conscuencia de la pérdida de conexión más incapacitante con nosotros mismos. Sin cobertura con el alma.


¿Y sí les dijera que es en estos terminos cómo la felicidad se expresa, se prodiga, se propaga y promulga en nuestros días?


La felicidad de hoy, es el equilibrismo torpe y temerario de los que caminan sin reflejos, con apenas conciencia, sobre la cuerda floja de una caída libre que expresa síntomas característicos en el día a día, pero que el sujeto no ve, porque camina encandilado.


Me llamo Sara Rico Solera, como saben, soy psicóloga, experta en Personalidad, en Relaciones, en Adicciones y en Apego. Soy un ser humano feliz. Lo digo con aplomo, con el peso del alma cuando aflora en la voz sin esconder inconsistencias. Con seguridad y muy satisfecha, sé, que la felicidad es el logro más alto de la vida y que este, se abre a nuestros ojos, solo tras años de duro trabajo y sufrimientos. Que la felicidad no es líquida sino sólida, que la felicidad no acapara. La felicidad solo resulta al sentirnos completos. La felicidad no es a medias, no nos quebranta pensando en perder, porque nos amarra a la verdad de que lo que hemos construido es auténticamente nuestro. Que somos dueños de algo enorme que nadie puede arrebatarnos. Que ese reino está dentro, no afuera.


La felicidad se respira en paz, con una abundancia que no depende de lo que no nos corresponde porque nos hace inmensos en nuestra individualidad. La vuelve entera. Nos libra de lo vano, de lo hueco, de lo innecesario. La persona feliz camina sola con una certeza en sí que le sostiene satisfecho. Por ello el ser humano feliz es generoso y grato y sorprendentemente fiel a la verdad. No invierte, derrocha su naturaleza, esta se le escapa en cada gesto. Como cada quién, el ser humano feliz, destila su naturaleza y esta es amable porque carece del resentimiento de la amargura.


La persona plena, es la persona feliz y vive liberada de la necesidad de convencer o gustar. Ya logró lo más dificil que puede hacer un ser humano. Vive en la mejor compañía, se convirtió en aquello que, de verdad, admira. Se atrevió con lo más vertiginoso. Después de ello, ya no hay modo de no volver amarse. Ya no se persigue más el amor propio, es el amor propio el que nos encuentra.


Es por eso, que el ser auténticamente feliz, no precisa más de llenar sus silencios con ataques de risa, si bien, los disfruta, cuando son sinceros. Ni de atracones de experiencias. Rehusa la urgencia, la velocidad, la falta de creencias razonables. Aleja compañías mediocres que parapetan en una seguridad ingenua, a quien escapa de su infelidad en compañía.


La felicidad no niega la verdad en escaparates, no hay necesidad de negación. El entretenimiento y el consumo son los lenguajes en los que se programa la felicidad en la sociedad de nuestros días. La percepción de la felicidad de ese modo, queda descrita como el éxito en la imposición de nuestros deseos. En el camuflaje social de nuestra incompetencia espiritual, psicológica y emocional ¿Es sorpresa que nuestra sociedad acumule datos de impacto sobre la fragilidad mental y bienestar psicológico?


En la felicidad no hay ruido. La infelicidad, en cambio, esconde miles de gritos y hay un ser humano, que lucha incesantamente, por acallarlos. La construcción de la idea de felicidad de hoy, es más parecida a un espectáculo distractor para seres humanos que huyen del relato de sus propios fracasos. Entonces, la felicidad es reducida al reino de los apologetas del hedonismo que acaban retrasando su dolor, haciendo prisioneros y víctimas.


La felicidad narsicista no es felicidad, es un despiste eufórico de la desgracia. Por ello el esfuerzo para conseguir maldades pequeñas y grandes ocupa un lugar protagónico en las vidas atravesadas por esta tensión inherente a todo sujeto narcisistamente desgraciado.


El ser humano desea ser feliz, pero el ser humano de hoy, exije ser feliz a su manera y a través de sus propias reglas. Pues es, justamente, en esa soberbia cómo queda atrapado en un laberinto de incompetencia para una vida plena y real, creyéndose soberano.


Se puede ser feliz, se puede vivir en paz, se puede llegar a la meta. Siempre y cuando, se haya trazado una ruta, un plan realista y detallado, entendiendo desde el lugar del que el sujeto viene, con la aceptación de dónde se encuentra en la actualidad y haciendo de ello, ese trabajo terapeutico. Eso es, en definitiva una auténtica terapia. Ese es mi verdadero trabajo.




 
 
 

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