Si algo nos es característico como seres humanos, es el cambio. Nos aferramos a las cosas, a las circunstancias, a las personas, a las rutinas, buscamos la estabilidad, pero nos confundimos cuando creemos que es sinónimo de <<estar siempre igual>>. La vida cambia, nos aboca a renunciar a cosas y a encontrarnos con circunstancias nuevas.
Algunos cambios nos resultan más fáciles de soportar, incluso, en ocasiones, muchos, resultan positivos. Pero es innegable, que, en algunas ocasiones, la vida nos enfrenta a circunstancias, eventos o perdidas o eventos, especialmente traumáticos y terribles.
Cuando hablamos de trastorno de estrés postraumático (TEPT) nos referimos a la afección que podemos desarrollar a consecuencia de algún evento o episodio traumático.
Cuando hablamos de duelo, hablamos del proceso de adaptación que prosigue a cualquier perdida. El sufrimiento es una respuesta normal a cualquier pérdida significativa. La ayuda psicológica se vuelve necesaria, cuando el duelo se cronifica, o, cuando, dentro de un periodo natural de recuperación, se complica.
En ambos casos, aún, encontrándonos frente a trastornos diferentes, el denominador común es, que la persona se siente superada, a tal grado, que no puede continuar viviendo una vida con calidad. Se siente sin recursos.
Es necesario, darnos derecho a reconocer cuando estamos siendo sobrepasados. Y, también, es deseable, contar con un ambiente que haga seguimiento, por así decir, y esté al corriente del estado de la persona convaleciente para tomar medidas, y solicitar ayuda externa, si llega a ser oportuno.