La dependencia emocional esta presente dentro de cualquier relación que se funda lejos de los parámetros de lo sano. El dependiente emocional tiende a justificar sus cogniciones, emociones y conductas, a pesar, de que, las mismas, le arrojan a la angustia y le generan un dolor emocional recurrente.
Muchas veces, la dependencia emocional se nutre de tópicos como el de la complementariedad del amor romántico, entre otros muchos, pero la dependencia emocional no solamente sucede dentro del ámbito de la pareja, es necesario recalcar este aspecto. Si no, que, está anclado en el estilo vincular de la persona.
Por lo que, si una persona es dependiente, podemos esperar que en todas sus relaciones se esté proyectando de un modo poco sano.
A pesar, de que, durante periodos de tiempo, el dependiente tiene la sensación de disfrutar y vivir despreocupado, el estilo dependiente, tienen graves consecuencias psicológicas y emocionales. El dependiente está abocado a periodos de intenso sufrimiento, dado que su condición misma, esto es, el modo de vivenciar las relaciones, le aboca al desequilibrio y el abuso.
El estilo dependiente es ante todo disfuncional, la dependencia no es amor, por más que nos resistamos a aceptar la realidad de este trasfondo. El dependiente emocional se vincula con los otros como el adicto lo hace con la sustancia de la que depende: desde la ansiedad, la necesidad, y la desesperación de no poder poner límites o soportar vivir sin el otro.
A pesar de que existe un estereotipo social del dependiente y más aún, de la dependiente, la realidad es que la dependencia emocional y la codependencia se esconden tras mil máscaras, lo que dificulta, que personas que han conseguido ocultarla, bajo roles de fortaleza, o poder, puedan aceptar la condición de su problema.